Estimada Elena, te has ido sin prepararnos para entender tu ausencia.

Ya te echamos de menos, pero…vuela, vuela alto hasta llegar a tu nuevo hogar.

Aquí has ayudado a construir uno, así que ya sabes que tu nuevo hogar va a ser también especial, nosotros estamos seguros de que tu luz te va a enseñar el camino para llegar a él.

Dios nos ha amado mucho y nos entregó la asociación, una familia de personas que hemos creído en el proyecto de compartir la vida: todas y todos aprendemos, nos cuidamos y descubrimos el auténtico sentido del vivir.

Ahora nos dejas para reunirte con tus hermanos Amparo y Jorge. Por favor, cogeos fuerte de la mano y no dejéis de transmitirnos vuestra verdad, os necesitamos más que nunca para seguir caminando juntos hacia adelante.

Elena, nuestra Elena, la más guapa, presumida, risueña y pillina.

Maestra, no necesitabas título, ¡cuánto nos has enseñado!  Solo había que detenerse, parar nuestras seguridades y mirarte a los ojos para saber que pensabas, queriéndonos decir: “Yo sé cosas que vosotros no podéis saber”.

Juguetona y decidida, con tus pequeñas palabras ¡nos has dicho tanto!, sigue haciéndolo Elena, queremos seguir escuchándote y aprendiendo de ti.

Nosotros ahora nos atrevemos a poner palabras en tu boca que nos diriges para aliviarnos tu partida: “No lloréis, siempre estaré cerca de vosotros, os espero en el Hogar. He sido muy feliz. Me llevo mucho amor, me llevo paz y un trocito de vuestro corazón”.

¡GRACIAS SEÑOR POR SU VIDA!